Al caer la noche
Nunca el cine había planteado el mundo de los sueños, su encanto y su secreto, con tanta detención y amplitud como aquí lo hace. La verdad y convicción del film logrado debe agradecerse esta vez al cine inglés, a su productor J. Arthur Rank, a un cuadro de directores, libretistas, técnicos e intérpretes tan notables, que sólo por el milagro de su maestría de actor puede destacarse entre ellos Michael Redgrave, a quien su papel de ventrílocuo brinda la ocasión de realizar la mejor labor de su carrera. El film necesita espectadores serios e inteligentes; después de oídos los comentarios que el escaso público pronunció en el hall del cine de estreno (una película “rara, ridícula, graciosa”) hay algún motivo para creer que su fracaso comercial será, de producirse, una de las mayores injusticias que Montevideo pueda inferir al arte cinematográfico. (Homero Alsina Thevenet)