Riachuelo
Para el crítico Domingo Di Núbila se trata de una historia hábilmente urdida que se desarrolla en segmentos entre los cuales se insertan a modo de separadores "otros montajes de imágenes que, sin llegar a tener el estilo de la pintura de Quinquela Martín, amplían la visión del mundo del gran artista boquense, le confieren color y fuerza ambiental y, por otra parte, la oxigenan luego de las secuencias de interiores."[1] Destaca luego los eficaces toques reideros, el ritmo ágil, el diálogo sainetesco, la gracia y simpatía de Luis Sandrini, la excelente fotografía del técnico suizo Francis Boeniger concluye que "Riachuelo" no llegó a desprenderse de influencias del cocolichismo nacido en los circos del siglo XIX, que luego contaminó, en el teatro, al sainete, y a través del sainete llegó al cine. Ciertos personajes vistos a través de filtros caricaturescos y no escasos detalles invalidados por una aproximación primaria le impidieron llegar a ser una clásica de la comedia porteña. Pero lo que hubo de genuino en sus elementos de cine popular la impusieron y la establecieron como útil referencia para los aprendices de cineastas que aparecieron por docenas."